Octubre, se nos viene vendiendo con envoltorios negros teñidos de arañas, murciélagos y oscuridad, rematados con estridentes calabazas encendidas como moños de legitimidad.
Octubre, tiempo sagrado en el pensamiento ancestral, es otro punto simbólico en la ciclicidad de la Vida; que ha sido tomado para borrar la fuerza vital que nutre el espíritu que manifestamos en nuestro andar sobre esta Tierra Luminosa.
Octubre es el único tiempo en la rueda de las estaciones complementarias entre el hemisferio norte y el hemisferio sur, donde coincide la energía de la conciencia ancestral. En ambos hemisferios encontramos la sabiduría milenaria de tomar estas fechas (30/10 a 2/11) para recordar, honrar, celebrar, reconciliar, agradecer a nuestras ancestras y ancestros.
Nuestro camino de consciencia nos llama a fortalecer la Luz de esta fecha, desde la celebración íntima y sagrada de nuestro linaje familiar. Y con ello, el llamado a quitar fuerza y presencia a discursos nefastos que propagan las semillas de la infelicidad, la insatisfacción, la frustración y el desarraigo.
Porque nada es más doloroso que caminar nuestros pasos sembrando olvido y vacío. Honrar nuestro linaje ancestral significa el compromiso de reconocer las heridas de nuestro árbol, reconocer sus errores y sus falencias, mas no para regodearnos y justificarnos en ellas, sino para comprenderlas, y trascendernos trascendiendo esas historias desde una vida luminosa, amorosa, libre y armoniosa.
Feliz OCTUBRE para ti.
La Abuela de las Llamas
La abuela
tenía la mirada perdida en el silencioso danzar de las llamas… en el hogar
callado se acunaban las historias en el abrazo negro de la noche. El resplandor del fuego centelleaba en los
ojos de la anciana, que de rato en rato se retiraban tras las cortinas de los
párpados para mirar mejor las imágenes que se dibujaban en sus pupilas.
Sus labios,
nombradores de estrellas, soles y lunas, se mecían en una sonrisa calma, y las
mejillas surcadas de memorias antiguas, se plegaban en senderos que llevaban a
la sala del alma, allí donde las palabras del silencio rememoraban la Vida
pasada.
Una
sabiduría profunda perfumaba a la abuela.
Cada movimiento de sus manos creaba volutas en el aire que, llegando
hasta mi, dibujaba semillas de saberes ancestrales para que los cultive en mi
pecho, con respeto y paciencia.
Es que la anciana ya no habla con la voz que teje la lengua desde la mente pensante. Ella cultiva paciente las palabras de la tierra, y las canta a lomo de fuego y aire en las volutas del sahumo. Su diálogo es sincero y me lleva a las profundidades, allí donde las aguas viejas que se olvidaron de fluir se sacuden el letargo y encuentran el camino sanador abriendo surcos tibios en mis mejillas.